miércoles, febrero 09, 2011

Actriz de reparto

La noche que llegaron al Korova, aquellos ojos azules sin estrenar no esperaban que algún día lamentáramos su marcha. A juego con sonrisa sin maquillaje, Dave los contrató para controlar a las chicas del club y el dinero que entraba en la caja. Él, que siempre tuvo buen ojo para elegir a dulces camareras y horribles esposas, había coincidido años antes con Esther P. en otro garito y sabía que era la persona indicada.

Dejó su impronta. Las chicas del Korova se ocupaban de atender las mesas mientras ella, discretamente sentada en un rincón, vigilaba que se cobraran las copas. Con los clientes se manejaba sin problemas y sabía deshacerse de ellos cuando era necesario. Siempre recordaré la noche que un tipo le sugirió en una nota irse a la cama con ella. Ester se la devolvió, quince segundos después, corregida en rojo.

Esther P. trabajó en el Korova durante casi una década, mucho más tiempo que ninguna otra chica. Pasé muchas noches con ella en los ratos que el club se quedaba vacío. Me gustaba su conversación y su facilidad para reír. Algunos de sus silencios eran las palabras más inteligentes de cada noche, y me impresionaba como se respetaba a si misma. No era habitual en un club donde las mujeres que pasaban siempre llegaban con aspiraciones de sitios remotos como Wisconsin o Iowa y regresaban a sus casas sin apenas poder arrastrar la maleta donde guardaban sus sueños. Esas chicas atendían las mesas soñando convertirse algún día en cantantes o actrices. Aunque Dave no permitía que trabajaran fulanas allí, hacía la vista gorda las noches que las chicas se sacaban unos dólares haciendo compañía a alguno de los clientes. Esther se apiadaba de ellas “Pike, a veces siento lástima por estas chicas. Algunas vienen de familias tan pobres que hasta los mendigos les dejaban limosnas”. Era tan diferente a ellas que, mientras muchas chicas soñaban con conocer a algún tipo que descubriera su talento y las convirtiera en estrellas, ella era clara al respecto: “Pike yo no nací para ser artista, lo sé. Nunca me interesó el tema. Lo más cerca que he estado de tener talento fueron la decena de centímetros de carne de un actor de reparto que tuve dentro durante un revolcón”.

Esther P. hizo un aparte conmigo su última noche en el Korova para fumar un cigarrillo y tomar una copa, dejando que el tintineo de los hielos se le enredara con los recuerdos. “Me voy Pike, lo dejo. El club ya no es lo que era y ya sólo vigilo que ninguna de las chicas robe el vacío de la caja”. Y marchó con la misma discreción con que pasó por nuestras vidas. No me dijo la verdad, pero nadie en club sabía que estaba gravemente enferma. Cuando me llegó la triste noticia y supe la verdad, quise escribirle estas líneas porque supe que, al menos por una vez, le habría gustado ser la protagonista.

¿Y que coño le digo yo al padre?. Hola Jimmy, estabas en deuda con Dios y se la ha cobrado.
Sean Devine (Kevin Bacon) · Mystic River

En memoria de E.P, que nunca me regateó un favor ni una sonrisa.