martes, octubre 23, 2007

Y por las noches

El viejo Hank me lo dijo una vez en el Korova.
_ Muchacho, yo nunca escribo de día. Es como ir al supermercado desnudo. Todo el mundo te puede ver. De noche es cuando se sacan los trucos de la manga... la magia.
Puede que aquel viejo borracho tuviera razón, pero olvidó que para algunos el único hechizo que produce la noche es convertir el sudor en hiel y los sueños en la pequeña muerte de cada día. Quizá por eso, las noches en el club estaban pobladas de tipos que preferían arroparse con botellas de ginebra medio vacías a batirse en duelo con sus remordimientos, sacar a pasear las soledades a aparcar la memoria en el garaje del fracaso.

Allí estaba Ken Ollie, sentado sobre sus ojeras y con una madurez tan mal llevada que en cada arruga podía leerse la fecha de caducidad. Ken era uno de esos tipos que se ven mucho más guapos por teléfono. Su repertorio de defectos físicos hubiera desmotivado a los que aborrecen la superficialidad y le había hecho comprender que el amor a primera vista, si existe, viaja en carreteras de único sentido y siempre hacia fuera. Pese a ello, Ken seguía escudriñando cada noche en las miradas femeninas buscando un atisbo de comprensión y solidaridad. Es lo más que puedo pedir, se justificaba entre trago y trago.

…y Julia Douglas, marcando su territorio con perfume barato y besando con pasión el mejor bourbon del club. Creo que fue Peter Cost quien definió una noche con Julia como una licenciatura en antropología.
_ Allí ya hicieron alto muchos otros. Es como pasear por Union Station en hora punta, acabarías por saludar a algún conocido.
Julia aspiraba a ampliar su colección de mariposas en el estómago porque, aún disecadas, todavía podía sentir su vuelo algunas noches.

…y el propio Hank, con su apellido polaco impronunciable y su cara atropellada por las secuelas de un feroz acné juvenil. Siempre quiso ser un escritor fracasado y maldito, pero la muerte de su hijo le arrancó la profesión y le dejó sólo con los adjetivos. De golpe, se hizo viejo y sintió como cada palabra que escribía, dolía; como con cada línea sangraba; y como con un párrafo podía mirar cara a cara al dolor. Cambió a su editor por un pase nocturno al infierno y las canciones de cuna por el más triste de los blues.

No recuerdo quien dijo que a veces los peores antros a las peores horas están llenos de la mejor gente y que la buena gente duerme mejor que la mala gente. Estoy de acuerdo con la primera parte.


_ Por las noches antiguas y la música lejana.
Robert Kincaid (Clint Eastwood) · Los puentes de Madison